domingo, 29 de noviembre de 2009

Parte del Día en el Gélvez

El arroyo Gélvez es un brazo de agua que une el Ao. Toro con el R. Espera. Mide algo asi como 6 km y es un atajo, una buena via rápida para ganar el Paraná de las Palmas y la Segunda Sección de Islas del Delta. Siempre y cuando no esté cegado por camalotes, cosa que sucede bastante seguido, lamentablemente. Asi tambien, hay tramos en que la profundidad promedio no supera el metro, dependiendo de la marea.
En la temporada estival suele hacer bastante calor, pues está rodeado de árboles altos y añosos, y muy pocas casas. Navegarlo en verano hace evocar algunas armonías musicales complejas, como las del grupo Aquelarre, y su "Parte del Dia", que reproducimos aqui fragmentariamente.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Ansias de remar II

Este video es testimonio de una entrada anterior, de la bitácora de la canoa: "Segunda travesía digna de mención del 2008", de cuando debimos guarecernos de un temporal. Aqui se muestra el cruce del Paraná de las Palmas saliendo del Rio Capitán, y si, se nota en el final la tormenta que se avecina y la calma que la antecede...

domingo, 8 de noviembre de 2009

Ansias de remar

Se aproxima el calor, y con el, las ganas de volver a recorrer los ríos del Delta. Como el querido Paraná-Miní, hasta su desembocadura en el Rio de la Plata...

viernes, 6 de noviembre de 2009

Curso de Fotografía y Video subacuáticos










En finales del mes de septiembre realizamos junto a Sergio Pernaut un curso de fotografia y video subacuáticos en la Escuela Superior de Buceo de la Prefectura Naval Argentina a través de la Fundación Escuela de Recuperación Submarina, institución de la que formamos parte. La práctica se realizó casi un mes después, por problemas de horario, pero, entendemos, fué muy fecunda para todos los participantes tanto como para nosotros mismos.

sábado, 3 de octubre de 2009

Llegada de la Fragata Libertad.



También en Septiembre pudimos asistir a la entrada al Puerto de Buenos Aires de la Fragata Libertad, de regreso de una de sus singladuras.

Exposición de Osvaldo Vey



Asistimos en Septiembre a la muestra de fotografias de Osvaldo Vey, un artista cálido y sensible, quien presentó sus trabajos en una muestra colectiva en el Centro Cultural de la Cooperación, en Buenos Aires. Lo mas destacable es que Osvaldo continúa la tradicional captura química-analógica de las imágenes -mediante rollos- y en la mejor tradicion "Cartier-Bressoniana" permanece fiel a sus equipos y nunca se dejó tentar por otras marcas.

jueves, 6 de agosto de 2009

Atardecer sobre el Rio Luján (Tigre)


Este es uno de los paisajes mas hermosos de mi vida, que me acompaña desde que tenía el velero y aún me sigue emocionando. El sol poniéndose al regreso de alguna navegación, antes de guardar la embarcación.

martes, 28 de julio de 2009

UN CUENTO DE MARIO A.


Este es un cuento que me relató mi querido y dilecto amigo Mario Agostino, en Febrero del 2006:

"El Hombre se fué a navegar con su canoa canadiense y su motor de 4 HP a los Bajos del Temor, a la salida del Aguaje del Durazno, mas allá del Paraná de las Palmas, dónde comienza la Segunda Sección de Islas del Delta.
Era un dia soleado de verano, con agradable temperatura, excepto para remar. Al poco rato de navegar por los Bajos, entre los palos que marcan el canal, el pequeño motor se detiene sin motivo aparente. Son inútiles los intentos de volver a ponerlo en marcha.
Comienza entonces –el hombre- a revisar el motor. Primero, si hay nafta suficiente, después, si el paso no está cerrado u obstruído. Comienza también a sentir calor y a transpirar. Es cerca del mediodía y la corriente lo vá alejando de la costa, adentrándolo en el Río de la Plata.
El hombre se encuentra sólo, no hay nadie a quien pedirle ayuda. Pero en un momento dado se escucha, entre el rumor de las olas que chocan contra el casco de la embarcación: -“ ¡Mirá el encendido, los platinos!”-
El hombre se dá vuelta, en la sospecha que alguien lo hubiera alcanzado en un bote de remos... pero no se vé a nadie....
Sigue examinando el motor, pero el encendido es electrónico, una unidad sellada.
-“¡Fijate la bujía, mirá la bujía!”- Vuelve a decir la voz.
El hombre se dá vuelta, ya francamente preocupado, molesto por el calor, y vá pensando si no estará delirando por el sol, afectado quizas por las radiaciones UV, por el agujero de ozono, o algo similar, pues no se vé a nadie, y la costa está cada vez más lejana.
Continúa examinando nerviosamente el motor, considerando regresar a remo antes de alejarse demasiado; pero también mirando con atención a su entorno, a fin de descubrir que misterio envuelve a esa voz que trata de indicarle cómo solucionar su dificultad. Y también trata de encontrar de dónde proviene; quién es el que habla...
Entonces, asomando entre las olas que lo rodean, alcanza a ver la cabeza marrón-amarillenta de un bagre grande, que claramente le dice: -“¡Mirá el encendido...!”-, -“¡...fijate la bujía...!”-, -“¡Mirá el filtro de nafta, el filtro..!”- , antes de sumergirse nuevamente en las aguas del Plata.
Ante tamaño descubrimiento, el hombre primero se sorprende ...e inmediatamente se pega tal cagazo que, sin pensarlo dos veces, agarra un remo de palas dobles que llevaba y sale remando a todo lo que puede rumbo al Chaná, cuya boca se adivina después de un palo marcado con un balde en el tope.
Al cabo de cuarenta minutos de palear ininterrumpidamente, agitado, transpirado, hecho bolsa en suma; habiendo vencido al viento y a la corriente en contra, consigue llegar a uno de los muelles cercanos a la desembocadura del mencionado arroyo. Allí, dos tipos se encuentran pescando tranquilamente y lo ven acercarse con cierta curiosidad y ,por que no, cierta preocupación por el aspecto desencajado del hombre.
La canoa canadiense se detiene junto al muelle y el hombre les pide un poco de agua, ya que se encuentra medio deshidratado después de la exigente remada.
-“Como no”, le dice uno de los del muelle; -“espere que ya le alcanzo”- agrega, llenando un vaso grande de plástico desde un bidón.
El hombre, después de tomar ávidamente dos vasos y agradeciendo la gentileza en la mitad del tercero, una vez terminado este último se siente en la obligación de contarles su fantástica historia. Claro que con alguna reticencia, en parte por timidez, en parte porque esa gente del río pudiera suponer que el calor y el sol estival lo hubieran transtornado.
Pero al final se anima y dice:
-Miren, yo estaba navegando por entre los palos de los Bajos, y se me quedó el motor. Me pongo a revisarlo y siento una voz que me dice; ‘mirá el encendido’, ‘mirá el filtro de nafta’, o ‘mirá la bujía...’ ...¡y estaba yo sólo , no había nadie!
Los dos del muelle lo miran con interés. Después, sin mediar palabras, se miran entre ellos y se vuelven hacia el hombre en muda interrogación. Este sigue diciendo:
-... y de pronto, miro así... ¡...y veo que se habia asomado de entre las olas un bagre, que era el que me hablaba...!
Los tipos del muelle ahora sonríen e intercambian una mirada de complicidad. Finalmente, el más viejo de ellos pregunta:
-¿Un bagre muy grande? ¿Amarronado?-
-¡Sí, sí, ese mismo!- responde el hombre sorprendido.
-Ah no, no se preocupe-, contesta el Viejo y agrega con displicencia, -¡No sabe nada de mecánica!"