lunes, 7 de julio de 2008

de la Bitácora de la canoa...



Segunda travesía importante del 2008.

Con motivo de realizarse en Semana Santa el encuentro anual de kayaks en la Isla Martín García, consideramos que bien valía la pena participar. Como siempre, sabíamos que no podríamos realizar esa travesía en el ritmo y tiempo de un kayak, ya que nuestra canoa es mucho más pesada y “patachera”, pero por eso mismo mucho más cómoda y espaciosa. Tanto es así que, remitiéndonos a nuestros tiempos históricos de navegación en el Delta, e incluso habiendo cruzado al Uruguay, era perfectamente posible lograrlo asumiendo los mayores tiempos de navegación por la menor velocidad desarrollada. Por otra parte, de paso y como primer punto de arribo, decidimos quedarnos en la sede Paraná-Miní del Club Motonáutico Argentino, en dónde dejaríamos un cuadro pintado al óleo por Andrea como presente.
Por nuestros trabajos respectivos, tanto Andrea como yo decidimos salir el Viernes 21 de Marzo de 2008, lo mas temprano que pudiéramos. Así, a las 05:30 hs. nos levantamos y completamos todos los preparativos.
Después, la rutina del bus urbano hasta la estación Retiro y del tren a Tigre, dónde llegamos pasadas las 09:30. En el Club Hispano Argentino de Remo, dónde guardamos el bote, todavía demoramos un par de horas más en ultimar detalles y amarinar la embarcación. Como calculamos que parte de la remada tendría lugar en horas de la noche, ya que nunca tardamos menos de 9 horas hasta el Motonáutico, demoramos buscando las pilas grandes para la luz de posición “blanca, que abarque todo el horizonte”, prescripta por las reglamentaciones vigentes.
Viernes 21 de Marzo, 11:30 hs.
Nos ponemos en camino, hace buen tiempo, y el pronóstico anuncia “probables precipitaciones para la tarde-noche” como en los últimos 3 días anteriores, dónde nada sucedió, y si sucedió fue de madrugada y con una intensidad bastante leve, al menos en esta zona. Igualmente, llevamos ropa de agua y abrigos, pero confiamos en que el tiempo ‘aguante’ hasta que lleguemos, y si no, paciencia, ya hemos navegado con lluvia varias veces anteriormente.
La ruta propuesta es la más tranquila y conocida; Ao. Fulminante (ahí, a nomás cruzar el R. Luján), Ao. Gambado, R. Sarmiento, R. Espera Grande, Ao. Rama Negra, R. Capitán, Cruce del Paraná de las Palmas, y, si el tiempo acompaña, ser impulsados por la corriente de este hacia su desembocadura en el Plata, desviando por el Canal El Sueco, y una vez llegados a los Bajos del Temor, cruzar hasta la desembocadura del Chaná y remontar este hasta el Paraná Miní. Sino, si el río se presentara duro, podríamos ir por adentro, una vez cruzado el Paraná de las Palmas, tomar el Capitancito, el Aguaje del Durazno hasta los Bajos del Temor, y desde allí remontar el Chaná. La primera de las dos propuestas es la más seductora, no solo porque remar corriente a favor es mas descansado, y más con la corriente del Paraná, sino porque el paisaje es de “grandes aguas” y las costas se reducen a líneas sobre el horizonte. Así, la sensación de “oceanidad” es muy estimulante.
Viernes 21 de Marzo, 13:00 hs. Paramos en un almacén del Ao. Rama Negra a estirar las piernas y a tomarnos una cerveza. Hasta aquí todo es muy placentero. Aprovechamos para telefonear a nuestras respectivas familias y avisarles que en no más de 3 o 4 horas quedaremos fuera de alcance de la telefonía celular. Hay viento del E, el aire es diáfano y la temperatura ideal.
Cincuenta minutos mas tarde, estamos amarrados a un árbol parcialmente caído sobre el R. Capitán comiendo las vituallas que trajimos para almorzar.
Viernes 21 de Marzo, 17:00 hs. Desde hace 15 minutos estamos navegando ya en el Paraná de las Palmas, muy cercanos a la costa N de dicha vía. La corriente nos lleva a buen ritmo, tanto que casi no tenemos que remar, tan sólo mantener el rumbo. Andrea filma y saca fotos. De mantener este tiempo, calculamos arribar a las 21:30 o a las 22:00, y sin mayor esfuerzo. Y navegar en una noche de luna es un placer. La idea es tomar el Cl. El Sueco hasta los Bajos del Temor y desde allí remontar el Chaná desde su desembocadura hasta el Paraná-Miní. El paquete que contiene el cuadro sobresale por ambas bandas de la canoa, y está absolutamente salpicado por agua de la remada, pero confiamos en que el polietileno que lo cubre lo protege bien.
Pasan un par de barcos de transporte oceánico, que vienen de los puertos interiores. Desde nuestra perspectiva, semejan edificios de departamentos.
18:00 hs.: Por momentos la remada se complica, se pone más pesada, y eso es porque se está verificando una contracorriente, de cierta intensidad. Habiendo consultado las tablas de marea eso nos llama la atención, no debería crecer con esa intensidad, ya que la pleamar está prevista para las 22:30 o más tarde. Ponemos la radio y escuchamos que en el Partido de San Vicente (P.B.A., zona sur) hay temporal con voladura de techos.
Las embarcaciones circundantes (algunos veleros y cruceros, un par de lanchas con gente practicando sky) levan anclas y se retiran, otras que ya habian comenzado a irse aceleran buscando ganar el Cl. Honda o el mismo R. Capitán, al que hemos dejado muy atrás.
Escuchar ese parte meteorológico me inquieta. Mirando al N hay nubes de tormenta, pero alejándose; ahora, del SO comienza a insinuarse el cigarro de nubes tan temido que indica la formación de un pampero.
No estamos tan adentro de El Sueco como para continuar, pero la carta no indica la presencia de ningún río o arroyo que nos saque de allí. Volver sobre nuestro derrotero significaría una pérdida de tiempo enorme, cosa a la que no nos resignamos, pero con los primeros relámpagos comprendemos que ese no va a ser el mejor de los escenarios posibles en las próximas horas.
Avanzamos lo más cerca posible de la costa N del Paraná, pero más allá de los juncos que la bordean, la fila de árboles se ve impenetrable.
A los minutos, distinguimos una entrada entre la vegetación. Es un canal hecho por los lugareños, suponemos, para depositar las gavillas de juncos y protegerse del sol, las tormentas o simplemente descansar. Hacia allí enfilamos. La corriente nos impulsa hacia adentro. Si ese arroyito en formación tuviera salida del otro lado de la isla, se resolverían casi todos los problemas, ya que ahorraríamos tiempo y esfuerzo, a la vez que estaríamos protegidos. Pero desestimamos continuar, ya que el cielo se ha cerrado y dentro de poco anochecerá, y podemos perdernos fácilmente navegando a tientas sobre bañados y esteros. Además, la marea alta hace que haya agua por todas partes, así que viramos en redondo y nos situamos debajo de unos árboles cuyas copas se entrelazan con otros de la margen opuesta. Amarrados allí, proa a la corriente, podemos ver el cielo y las olas del Paraná de las Palmas.
19:40 Al resguardo del follaje, el viento se siente mucho menos, pero la temperatura ambiente comienza a bajar drásticamente. Montamos el antecarpa sobre la canoa, de proa a popa, y especulamos que en el peor de los casos podríamos pasar la noche allí, sentados, ya que adentro se siente confortable. Igualmente nos vestimos con trajes de agua, manteniendo los salvavidas siempre colocados, como es habitual.
Lo más incómodo es la humedad por el agua embarcada durante la remada, porque más allá del viento, la lluvia se demora. Enciendo la radio marina, y escucho todos los operativos de P.N.A., intento comunicarme con el destacamento más cercano, pero me doy cuenta que no me escuchan. Entonces pruebo con el celular, y este si, me comunica con el Destacamento Braga, en el Canal Mitre. El oficial de turno, una vez que me presento y le doy el nombre de nuestra embarcación, con indudable acento curuzú-cuatiense, me informa que hay un alerta meteorológico, y me pregunta mi situación:
- Estoy junto al Canal El Sueco, en una entrada, amarrado a un árbol –le contesto- ¿Cuándo cree que terminará el temporal?
- No sabría decirle con exactitud, Sr. –me responde- pero si Ud. puede aguantar allí hasta que amaine sería lo mejor, no abandone El Sueco, ya que esa zona está mucho mas protegida. Nosotros tenemos que ocuparnos de un par de veleros comprometidos, con rifadura de velas, y de tres windsurfistas desaparecidos.
- Así lo haré, Sr. –me despido y corto la comunicación.
El VHF marino, si bien en esta ubicación no me permite comunicarme, sí me permite oír las conversaciones de las radios de los barcos y de los guardacostas. La situación era tal cual me la describió el oficial, y casi más complicada por momentos. A nosotros no nos había pasado nada, salvo estar un poco ateridos por la humedad y cierto sobrecogimiento por la noche que comenzaba a caer.
Como la lluvia no se presentaba, desmontamos la carpa. Veíamos como caían los relámpagos a la distancia, y como pasaban casi desfilando delante nuestro los grandes barcos de ultramar con todas sus luces encendidas.
En ese momento siento que algo me roza la cabeza, (un tábano, una mariposa nocturna, o un murciélago) por lo que instintivamente doy un manotazo, con tanta mala suerte que engancho los anteojos de leer y los arrojo al agua. Habiendo tanteado con el remo, veo que rescatarlos es imposible, no sólo por la noche que ya se ha establecido, sino que la profundidad casi supera el largo de las palas dobles (2,20 m.). Y con la corriente del agua pueden haberse fondeado bastante lejos del punto de inmersión. Expreso mi fastidio, aunque pienso que tal pérdida es lo de menos. Nada que no se pueda reponer.
20:30. Es de noche y vamos remando remontando el río. La intensidad del viento ha disminuido, pero igualmente es de cuidado. Por el rumbo que llevamos nos favorece, ya que nos impulsa de popa y nos facilita la navegación, que es sorprendentemente veloz. En estas condiciones el mayor riesgo es pasarnos de la boca del Capitancito, el arroyo que nos lleva adentro de la segunda sección del delta bonaerense y que no tomáramos inicialmente. Igualmente, pienso, si nos pasáramos tendríamos oportunidad de entrar por el Paicarabí, mucho más arriba, y tal vez en ese caso buscar refugio un poco más allá y hacer noche en “Los Pinos” o “La Pista”, ambos recreos que se encuentran en la misma margen del Paraná por la que nos movemos. (Al otro lado del río está la casa de Raúl C., en el Ao. La Horca, pero con este viento y esas olas intentar cruzar es muy complicado).
Pero encontramos el Ao. Capitancito, y nos internamos en él. Al principio nos parece que no es, porque la marea alta lo ha ensanchado a cómo lo recordamos, además que de noche se desdibujan las costas, pero una lancha pasa en sentido contrario y sus ocupantes nos confirman que es este mismo. Mas adelante, el mismo paisaje se vuelve conocido.
22:00. Andrea me propone parar en “Los Pecanes”, pero lo desestimo, quizás animado por un desproporcionado sentimiento de inferioridad. Es una hostería muy exclusiva, al punto que sólo cuenta con 9 habitaciones, generalmente ocupada por turistas internacionales del mejor nivel. Y un cartel de su predio anuncia que no se permite acampar. Igualmente, hace poco más de un año, cuando hacíamos camino de regreso (estando yo con un ojo enfermo, nos ofrecieron guardar la canoa y nuestro equipo para así poder tomarnos la lancha de pasajeros y regresar a Tigre en 2 horas en vez de 5, pero nosotros decidimos continuar los tres; Andrea, la canoa y yo.)
Posteriormente, el domingo, pararíamos a comer, y comprobaríamos que estos reparos eran infundados. Con mal tiempo, la solidaridad es un hecho tangible, prioritario sobre cualquier otra cosa.
22:30. Quinientos metros antes de ‘Los Pecanes’, le preguntamos a un vecino que vemos en un muelle si conoce alguna hostería o camping de islas. Nos hace rápidamente una referencia a esta, y que”- le preguntemos a Richard, el dueño, si no tiene algún lugarcito-”, sino, “-hay otro lugar en el Ao. Fredes, dónde se filmó una serie de televisión”- Este último lugar no me es muy conocido, pero además nos aleja de nuestro destino original. Pero finalmente termina ofreciéndonos pasar la noche bajo el confortable techo de su quincho, “-…porque cuando pare este viento, seguro llueve-”
Cometemos un error estructural. Tanto Andrea como yo decidimos continuar, pensando que podríamos llegar al Club Motonáutico en un máximo de 3 horas, considerando que desde allí donde nos encontrábamos tomaríamos el Canal Luciano y entraríamos en el Ao. Caracoles y este nos sacaría al Chaná. Y si el viento nos era favorable, para las 12 de la noche o una de la madrugada podríamos estar allí. Le agradecemos mucho igualmente, y continuamos.
El error fue sobreestimar nuestras fuerzas y minimizar las dificultades, ya que podríamos haber armado la carpa bajo el quincho y continuar descansados a la mañana siguiente. Y sumar un amigo más en esta solitaria parte de las islas.
Pero también, recordábamos que en el Caracoles está la Escuela Nº 25, que conocimos cuando fuimos al Uruguay por este mismo camino. Allí podríamos acampar, si el tiempo se descomponía.
23:40: Estamos a mitad de camino del Ao. Caracoles, habiendo llegado con dificultad, por el cansancio y porque la corriente está en contra desde que hablamos con el generoso vecino desconocido. Y sin siquiera divisar el muelle de la Escuela, nos encontramos con el arroyo cegado por camalotes. Estas verdaderas “islas flotantes” están además trabadas por troncos que hacen fondo y que nos impiden definitivamente el paso. Lo único que nos queda es desandar el camino, y como el orgullo es lo único que sostiene nuestra voluntad de continuar, decidimos salir por la boca del Caracoles al Aguaje del Durazno, de allí a los Bajos del Temor y entrando por la desembocadura del Chaná remontar los 10 Km. de este hasta el Paraná Miní.
Sábado 22 de Marzo, 00:00 hs.
Estamos en los Bajos…, desandamos el camino rápidamente porque la corriente que estaba en contra se volvió favorable, y además la rabia contenida se canaliza en energía. Nos comunicamos con la sede del Motonáutico para avisar que estimamos llegar en un par de horas. En la radio AM comienza el programa de Dolina, ‘La venganza será terrible’ por Radio 10. Oír su presentación, en esta circunstancia nos resulta gracioso.
Pero entrando al Chaná, comienza a llover, con bastante intensidad y gran aparato eléctrico.
- Lo único que nos falta es que nos parta un rayo – le digo a Andrea.
- Callate, ni lo pienses – me respondió mientras se cubría con el sobretecho de la carpa.
03:00 hs. Los márgenes del Chaná se envuelven en niebla, una niebla por momentos cada vez más cerrada, producto de la diferencia térmica con el agua del río, mucho mas tibia que la de lluvia. Además, la temperatura ambiente ha descendido mucho y nos encontramos enteramente húmedos. Solo el ejercicio de la remada nos mantiene calientes, pero ansiamos llegar.
Las luces de nuestras linternas nos confunden, ya que no consiguen penetrar demasiado en la oscuridad, y también nos deslumbran, así que sólo las prendemos ante la presencia de un obstáculo; un tronco, un árbol caído o camalotes. Al menos tres veces creemos ver la boca del Paraná Miní, y solo resultan ser otros tantos espejismos. Por otra parte, las márgenes neblinosas nos presentan todo tipo de ‘entidades’ o monstruos producto de nuestra imaginación. (Esto lo hablamos posteriormente, ya que en el momento no nos dijimos nada al respecto.)
Desde alguna casa o muelle nos ladran los perros, muy de tanto en tanto. Nuestra navegación ha adquirido una lentitud exasperante, y la radio AM ha dejado de funcionar por inmersión en el agua de lluvia que inunda los pisos de la canoa.
Andrea dormita por momentos, pero, como me confesara más tarde, no podía dejar de remar, así que lo hacía con los ojos cerrados.
En ese estado desesperante, decido pedir ayuda, intento contactar al Destacamento Chaná-Miní de P.N.A. sin conseguirlo. (Posteriormente verificaría que la radio marina estaba desconfigurada para transmitir. La pérdida de mis lentes de ver de cerca, no me permitía observar en la pantalla apropiadamente los caracteres más pequeños.) Las referencias que recordábamos (muelles, casas) demoraban en aparecer, lo que indicaba que aún faltaba bastante. Pero finalmente aparecen las últimas, y el Paraná Miní. Salimos del Chaná y virando a la izquierda, pasamos el Destacamento de Prefectura, el de Policía de Islas, la escuela y ¡por fin! llegamos al Club Motonáutico.
03:30 hs. Estamos en el Motonáutico y continúa lloviendo y con la marea alta. Así que bajamos las cosas de la canoa y armamos el igloo dentro del galpón-teatro allí existente. Por el mal tiempo, y la amenaza de inundación por la marea alta, había varias carpas de otros tantos acampantes armadas allí. Andrea fue al baño y se cambió de ropa. Yo me encontraba en un estado de cansancio tan grande que solamente me sequé y me introduje con la ropa húmeda en la bolsa de dormir, confiando que el calor del cuerpo me secaría, cosa que efectivamente sucedió, aunque en realidad cuando el cuerpo dice ‘basta’ no hay ningún pensamiento racional que valga. Mas tarde, semidormido, me despertaría con una sensación de frío, pero solo atiné a ponerme un buzo de abrigo sobre lo que tenía puesto. Y así dormimos hasta las diez de la mañana.
10:30 hs. No nos despertó el ruido de pasos sobre el piso de madera ni las voces de la gente que circulaba, sino porque unos pibes se pusieron a jugar al metegol y a hablar a gritos estentóreos, muy a propósito como para despertar a todo el mundo. Pero ¿que importaba? Después del ‘via crucis’ del día anterior, esto no nos afectaba en lo más mínimo. “-Dale, levantate que hay que continuar a Martín García”- me dijo Andrea, irónicamente.
Me dolía el hombro derecho, y ni soñaba con remar los 22 km que restan para alcanzar dicha isla. En definitiva, mirando la carta náutica, es como ir a la costa uruguaya, me dije.
Pensé en los amigos y conocidos que estarían en la reunión de kayakistas. Pero no me afligió demasiado. Necesitaba reponer energías.
También, entre los acampantes, había gente que se iba a M. García, y que tenían sus embarcaciones estacionadas en el predio. Aunque poco después, nos enteraríamos que PNA no permitía el cruce del Río de la Plata mientras no mejoraran las condiciones meteorológicas.
Además, uno allí estaba entre conocidos, prácticamente amigos. Una vez levantados fuimos a comprar vituallas a la panadería “La Argentina”, atravesando un delicioso sendero costero ‘en galería’, donde la vegetación forma túneles. Adquirimos una rosca de pascua que ipso facto degustamos con mate mirando correr el río.
¿Y el cuadro pintado por Andrea? Lo desenvolvimos y llegó lo más bien, algo húmedo, pero por suerte, al ser pintado al óleo, no se vio afectado, sólo había que dejarlo secar. La pareja a cargo del predio, Graciela y Alberto se mostraron muy agradecidos por el obsequio y nos mostraron que habían enmarcado unos bocetos anteriores. Este gesto nos agradó mucho, lógicamente; emocionó.
(Continuará)

sábado, 12 de enero de 2008

Primeras travesias... (final)

La mañana de aquel 22 de enero nos sorprendió con un tiempo destemplado. Habíamos acampado en lo de Castillo -ver entrada anterior- y esa noche tuvimos tormenta; agua y lluvia en cualquier cantidad. La temperatura descendió casi 20 grados en horas, asi que después del sol abrasador de la víspera, ahora teníamos frío.
De todas maneras, en dónde nos encontrábamos teníamos bastante buen reparo, y el almacén de Castillo estaba provisto con lo básico, pero nos facilitaba reaprovisionarnos. Esto era bueno, ya que la lluvia habia puesto los caminos de acceso en muy mal estado, y el viento sur, hacía que se elevaran olas amenazantes y espumosas, también conocidas como "corderitos".
La marejada resultante, nos desalentaba para cualquier actividad de navegación, y el ambiente mucho mas fresco nos invitaba a quedarnos y descansar.
Asi lo hicimos, y planteamos la vuelta para el dia siguiente, (la cual resultó mucho más rápida que la ida, ya que sólo tardamos tres horas)y afortunadamente esa noche se despejó, calmó el viento y el cielo se cubrió de estrellas...