viernes, 16 de noviembre de 2007

Primeras travesías dignas de mención. (Del cuaderno de bitácora de la canoa.)






El 21 de enero de 1997, salimos con Andrea a las 9:00 AM desde el Club Náutico Barranqueras (Chaco). Llevábamos el motor, ya que la idea era remontar el Paraná hasta Paso de la Patria, Corrientes, distante a unos 30 km. Por aquel entonces, considerábamos muy difícil remontar el río simplemente a remo, y además, el viento aparente que produce el motor al propulsar la canoa, es muy agradable debido a las altas temperaturas reinantes. Había un viento N bastante intenso, lo cual produce olas cortas y continuas, lo que obliga a una marcha más bien lenta para evitar que el bote golpee demasiado. A las 9:45 debemos detenernos para recargar combustible., frente a la ciudad de Corrientes, habiendo pasado por debajo del puente carretero que cruza el Paraná. El día es brillante y ventoso. Hace calor. Y el viento N aumenta su intensidad.
10:30; abandonamos la costa Chaqueña e iniciamos es cruce hacia Corrientes, aproximadamente 500 m. antes de la desembocadura del Río Antequera, buscando la Is. Hernández. Por aquel entonces no sabíamos que nos hubiera rendido mas continuar sobre esa margen, ya que después de la desembocadura mencionada, la profundidad disminuye, al igual que la corriente, con lo cual las condiciones son mas resguardadas. Pero no, cruzamos de cualquier manera haciendo gala de nuestra ignorancia, en las peores condiciones, ya que tenemos viento y corriente en contra.
Embarcamos mucha agua. Las olas pasan por encima del tambucho de proa e inundan el cockpit delantero, Andrea comienza a “achicar” pero no le alcanzan los brazos, pues por cada baldecito de agua que saca, se introducen el equivalente de 4 o 5…
Para evitar la ola que rompe sobre la proa, derivamos directamente hacia la costa correntina. Allí el Río tiene más de 1.000 m de ancho. Me preocupaba quedarme sin combustible ya que seria imposible recargar, por el oleaje. Y la maniobra se hace muy dificultosa, por el peso del agua que hay a bordo. Pero lentamente ganamos la costa y al socaire de la misma la navegación se hace más tranquila y relajada. Cercanos al casco de un barco a pique- un remolcador o algo similar-, cuya superestructura emerge nítidamente, recargamos combustible. Por el mayor peso se ha verificado un previsible mayor consumo. Hay unos yuyos que sobresalen del agua y nos permiten aferrarnos para facilitar nuestros movimientos. Una vez que quitamos toda el agua, la canoa recupera su agilidad, así que nos ponemos en marcha buscando la Is. Hernández. Llegamos allí al mediodía. Hacemos pié en tierra y revisamos los tambuchos. Con desagrado y pesar comprobamos que el agua se había logrado colar en los tres, especialmente en el de proa. Las colchonetas y la carpa están totalmente empapadas, y la comida también. De todas maneras almorzamos, ponemos a secar al sol todo lo que se había mojado y nos refrescamos nadando en el río. Hace calor, y el agua potable es relativamente poca (un bidón térmico de 2 litros) pero confiamos en conseguir más en algún almacén de la ribera.
A la hora y media, decidimos seguir, y enfilamos hacia la Is. Del Medio. Unos pescadores con su canoa están recorriendo sus redes y nos saludan al pasar.
Nos detenemos un par de veces para ver de comprar agua mineral, sin éxito. De paso verificamos los consumos del motorcito, todo según lo previsible, y recargamos combustible según necesidad. Ante la posibilidad cierta de no encontrar donde reaprovisionarnos, llevamos nafta para 15 horas. Un tercio se consume ya. La marcha se vuelve lenta y tediosa, la profundidad es grande, al igual que la corriente, así que nuestro avance es muy lento. Andrea cabecea en su asiento y se duerme.
A las 17:30 paramos en una hermosa playita sobre la costa correntina, toda de arena y piedras, dentro de una pequeña bahía conformada por dos puntas de piedra. Notablemente, se ve el fondo con toda claridad y algunos peces. Estimo una visibilidad de un par de metros. Una familia en lancha se detiene también a pocos metros de nosotros para nadar un poco en estas tranquilas aguas. Nos informan que estamos más cerca del Ao. San Juan que de Paso de la Patria, y que por la abundancia de turistas, es mucho mejor detenernos por allí que en este último lugar. Consideramos hacerlo, ya que el viento sigue aumentando y toda esa ribera es muy hermosa.
Paramos en un solar de pescadores, un almacén de ribera atendido por sus dueños, un tal Castillo y su esposa. Tiene un talud por dónde se pueden bajar lanchas al río y la costa con árboles. Pedimos permiso para acampar allí, lejos de los árboles, por los mosquitos…
(continúa)